La India antigua

En el siglo IV a C., la India comenzó a desperezarse del largo sueño "prehistórico" en que estaba sumida desde la invasión de los arios (pueblos nómadas de la estepa rusa).  Al aletargamiento del gigante habían contribuido con entusiasmo los Brahamanes (sacerdotes), quienes se arrogaron la exclusiva de interpretar la tradición védica -la base cultural y espiritual de la India antigua- de acuerdo con sus intereses de casta privilegiada.  El abuso encontró respuesta con la aparición de los grandes religiones, el budismo y el jainismo.  La buena nueva de Buda cuestionaba nada menos que el injusto orden social y espiritual laboriosamente urdido por los sacerdotes Brahama.

A este giro en la historia de la India contribuyó de manera decisiva el piadoso rey Asoka, que colocó las enseñanzas de Buda en el frontispicio de un imperio, el de los Maurya, que tuvo bajo su poder tres cuartas partes del subcontinente.  Nadie duda de que el Imperio maurya murió por un exceso de piedad, pero Asoka forjó algo muy parecido a un sentimiento nacional.  Tras el paréntesis extranjero de los kushana, los Gupta recogieron el testigo imperial, con Chandragupta I como fundador dinástico.  Fue tal el ilustre político y cultural que esta dinastía dio a la India en los primeros siglos de nuestra era, que algunos califican esta etapa como "la edad de Pericles india".











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